sábado, septiembre 04, 2010

La ballena: un gran paso en la evolución

Cualquier Ser para tener éxito en la vida
deberá cumplir con la misión que trae al nacer: vivir
Y ella obliga transitar el camino de la evolución
en dialéctica con su entorno natural
y sujeta a la ley del desarrollo
para ir dando respuestas adecuadas
ante los estímulos y exigencias que van surgiendo
para hacer progresar la vida.

La ballena lo logra doblemente:
su vida en la Tierra, y luego, su vida en los océanos
Ambas en armonía enlazadas: de la Tierra a las aguas,
un gran paso para hacer a lo que vino: vivir,
y con su vivir de ballena, contribuir al vivir de otros.




 


Ballena jorobada




Y el sol abrió sus brazos, y acoge los deseos del planeta Tierra: por el este aparece, asomándose sobre sus sierras y por encima del horizonte de sus mares. Y por ambos confines reparte su luz energía para despertar la vida. Y las gigantescas palmeras, baobacs y helechos, amorosos filtran sus rayos que despiertan a toda la animalada, y de su seno un animal cuadrúpedo, abrigado de gruesa pelambre, fauces grandes con dientes enormes, emerge colosal. Estira su inmensidad corpórea, y marcha en busca de su sustento que bondadosa la naturaleza abundante y prodigiosa le brinda. Y junto a la inmensa y variadas especies, bañados por la lluvia de cantos y sinfonías de la avejada, él se sacia hasta sentir el equilibrio de su fortaleza. Deambula por aquí y por allá -en diálogo fraterno con sus semejantes-, extasiado por la variedad de los verdes, sepias y amarillos, y por el relumbrón metálico de las aguas, unas quietas y otras corriendo hacia las fosas de los mares.

Y así pasa su tranquila vida -y todos sus cohabitantes-, boca dada a la permanente risa, siguiendo el curso del sol de este a oeste hasta ver nacer la luna sobre la línea marina, o cabalgando sobre las cimas de las verdes montañas. Era su ejercicio diario, su manera natural de desarrollar -ajustándose a las varianzas del tiempo y del clima- su cuerpo y formas de vida: el llamado interno de las “fuerzas” inmanentes de la evolución.

Y al caer de la tarde, ya naciendo la noche, siempre terminaba, junto a otros, a las orillas de las inmensas sabanas y praderas verdes que parecían indicarle a las aguas hasta donde llegar, hasta donde bañar con su oleaje los bordes de la tierra. Y todo un encrespado de ondas de su sentir interior corría por toda esa inmensidad -tierras y aguas-, y había ocasiones en llegar a creer que en verdad estaba sumergido en las honduras de las aguas. Y allí, largas horas consumía, extasiado, empezando intuitivamente, a forjar una naturaleza navegante.

El misterio de la inmensidad que se extendía ante sus ojos parecía decirle que de allí no debería pasar, pero a su vez era toda una provocación. Y él respetuoso acataba, y solo era un contemplar frente a los crepúsculos. El tiempo acicateaba su asombro, y la pregunta afinaba su espíritu ¿Cómo sería el vivir en esa profundidad verdeazul plateada? ¿Se podrá cambiar, mutar este vivir terrestre por ese otro vivir acuático? El incesante preguntar no lo abandonaba. Pronto se le convierte en parte de su modo de vida. Y así sigue el transcurrir de su vida. Pero, el acicateo preguntar, en nada encoje su reír. Todo lo contrario, el asombrar, el preguntar se la amplia hasta nacer la carcajada, porque en estado de ensueño se veía surcando todo esa inmensidad de aguas. Y esto le producía extrema gracia.



Un día, una tarde, cuando ya el sol ha repartido su canasto de energía entre la hermandad que habita la tierra, y la luna da comienzo sus brazadas de pleamar y bajamar para ayudar a la aceleración de la vida, él se pregunta, ¿y que podría pasar si llego atravesar la inmensidad sabanal verde y marrón de la tierra para ir a sumergir, aunque sean mis par de patas delanteras, en ese ondear acuático? ¿y si llego atreverme que llegaría sentir? ¿acaso, violaría la ley natural de mi vivir o ayudaría a desarrollarla hacia otras manifestaciones de vida no conocida? El chispazo de la alegría lo electrizó. Y la pregunta se le instala allí, junta a tantas otras, en el centro de su inquieto cerebro. Ya le ha nacido la memoria que le ayudará a afincar su vivir.

Y en otro día, otra tarde, otro fin de jornada del sol y otro de laboreo lunar, llega y toma la trascendental decisión. Y no solo sumerge su par de patas delanteras, sino también todo su cuerpo. Y todo ello lo lleva a cabo en generaciones de siglos. Y su bañar en esas aguas lo convirtió en práctica común, pronto convirtiéndose en navegante de aguas profundas. Y así llega a una vida compartida. Vida sobre la tierra y vida entre el agua. Que hermoso es el vivir! no cansaba de decirse.

Y comienza observar cómo su forma, sus miembros de locomoción, su pelaje empiezan a cambiar, y su risa se hace aún más variada, ya carcajada más sonora, que detona sus ganas de vivir. Y ante la alegría y complacencia del sol y la luna, ya vive más tiempo en el agua que en la tierra, y el propio canto sinfónico de las aves y correr del viento, lo concitan a que de una vez haga su vivir permanente en el mundo acuático. Y contento por la aprobación general, y a la vez maravillado, así lo hace. Pero antes, como preparándose para la futura vida, había empezado a ensayar cantos y silbidos, aprendidos de las aves y del susurrar del viento. Y cuando siente que ya es capaz de traducir su alegría en melodías, se muta a la vida acuática, y muy pronto construye su red de amistades y hermandades con sus nuevos congéneres acuáticos, quienes admiran su canto-silbido en las profundidades.




Y confirmando su evolución, paso a paso, muta todo su cuerpo y las funciones de sus partes. Sus patas desaparecen, y en su lugar, le nace cola y aletas. Su cabeza se alarga hacia el triángulo, sus dientes se hacen menudos y blandos, y toda su boca se rodea de una tupida cartilaginosa barba. Ya para su sustento, solo necesita abrir sus fauces, en espera que se llene de infinitas millonadas de criaturas nutritivas -el pláncton, krill, larvas, crustáceos, calamares-, y luego tragar. Y había que ver su alegría sumergida en la tibia agua o fría según las estaciones. Y su libertad se amplia hasta los confines de los océanos. Y todo su cuerpo y espíritu adquiere el oficio de reír y cantar. Y a partir de entonces, su boca se adornará siempre con una sonrisa permanente.

Y quién, de la vida terrestre a la acuática, se atrevió ampliar los horizontes de la vida? Es la ballena, quien ahora no tendrá cabida para su felicidad de vivir… hasta que aparece el hombre con su pesca depredadora, y le declara la guerra brutal hasta ponerla en el límite de la extinción.


Y como antes, otra vez el acicateo de la pregunta, pero sustancialmente distinta, se le instaló ¿Y para qué tanta tiempo infinito de existencia y hermoso proceso evolutivo para llegar a este terror? ¿Y por qué esta acción de querer extinguirme, y conmigo, los otros que de mi dependen? ¿Y por qué no convivir en armonía mi evolución con la de la humana, y hacer un vivir de mutuo apoyo y sostén? Un preguntar de siglos que aún continúa.


La ballena jorobada
en una de sus acrobacias
para decirle al mundo
que si es posible vivir en armonía
y esta posibilidad comienza
con el hecho de la que dejen vivir