jueves, agosto 05, 2010

Y una vez existió un paraiso


Juego ingenioso
de concavidades y convexidades
bajo la comba del universo
la danza de sus elementos
en abrazos y desabrazos
trazando las coordenadas de la vida
arriba las estrellas hasta la luminosidad
y las nubes preñadas de sus océanos
hasta la ansiedad por soltar las aguas
y abajo los vientos y las tierras
afanosos en acomodar los escenarios
hasta la premura por recibir lo anunciado
y de tanto espera al fin en comunión
sus elementos acuerdan la vida

y ella vestida de encajes blancos
se da sin ningún remilgos
en medio de las notas musicales
que tejen la danza
en el espacio y tiempo infinitos
y nacer
debe ser para ser infinitos
en el tiempo finito de vida de la Tierra


Y entonces
irrumpe el grito
por qué
por qué
esta existencia
que rompe la regla
por qué
quién oiga el grito
que responda





Y de aquella maravillosa explosión nace el planeta Tierra. Luego, se enfría. Y de aquellas llamaradas de rojos encendidos, amarillos luminosos, azules en llamas y apasionadas sepias, emerge el puro verde que en el tiempo cubre buena parte de su corteza terrestre: el mundo vegetal, rodeado de aguas azules, para albergar a todas sus criaturas. Y como gran mago, la evolución natural, hace de la Tierra un paraíso para vivir. El tiempo de los dinosaurios ejemplifica este vivir.

Su parte sólida, tierra o continente se llamó Panguea, asentado sobre una unión de placas teutónicas. Y adviene un proceso, que da origen –explica la “teoría de la deriva continental”- a las distintas Tierras o Continentes: un abanico de tierras-paraísos para la vida de la diversidad animal y vegetal. Y millones de años después, como asombro cósmico, surge el hombre para que corone esta evolución, y con el atributo de la inteligencia, hacerse humano que habite la Tierra. Y habitar significa vivir equilibrado, cada quién en su respectivo ecosistema, Y el hombre llega como el jardinero para conservar y acrecentar el jardín. Al paraíso ya no le falta nada, solo habría que vivirlo. Y cada ser o criatura que lo habita, le corresponde cumplir esta divina misión.


Teoría de la deriva Continental

Madagascar, uno de los fragmentos-paraísos que surge del desplazamientos o deriva continental. Se desprende de un costado de ÁfricaAsia –un solo continente-, y llega a formar la cuarta isla más grande del mundo, ubicada en el Océano Indico, hoy separada de África por el canal de Mozambique. Y de este origen ancestral, su flora y fauna, van a conservar algunas características de las de África y Asia. Su larga vida, separada de estos continentes, define una evolución endémica, que hará que sus criaturas sean únicas en esta hermosa islaverde. Hace posesión del 5 % de toda la biología viva –flora y fauna- del mundo. Y el 80 % de su fauna, el 90 % de su flora, más del 50% de sus aves, sus originales anfibios en diversidad de tamaño y colores, y un “mundo” de insectos e invertebrados, aún no estudiados, constituyen una biología exclusiva o endémica en esta Isla.



Y esta vida de millones de años fue consecuencia de esta particular evolución ocurrida en aislamiento, en medio de un variado clima, y de miles de años sin ser habitada por el hombre. No es difícil imaginar el concierto de colores y sinfonía de cantos-sonidos de su medio ambiente, expresado en una relación armónica de sus distintos ecosistemas. Un hábitat de equilibrio que bien pudo ser un porvenir para una auténtica vida humana. Y a través del tiempo, hasta nuestros días, su identidad autóctona se manifiesta en el primate lémur y en los antiguos árboles baobabs. ¿Y éstos serán los mismos baobabs que habitan en el diminuto planeta del “Principito”?, relato corto del aviador Antoine de Saint-Exupéry.



Una existencia diversa. Los estudios llegan a ubicarlos en unas 200.000 especies distintas. Y de ellas, 150.000 no se encuentran en ningún otro continente de la tierra. Solo en ella, exclusivamente propia de ella. Y las plantas del hombre aún sin llegar a posarse. Pero más tarde llegarán, primero en los pies de polinesios y malayos que serán sus primeros habitantes. Y de sus cuentos y leyendas se forjará las primeras imágenes de Madagascar. Luego, llegarán los portugueses, los franceses, e ingleses, que desplazan a los primeros, y pronto abrirán su lucha para adueñarse de estas tierras. Y llegará a ser colonia de Francia, quien deja la horma de su idioma. De estas migraciones de apetitos coloniales y de explotación de riqueza fácil y rápida, se forjarán las imágenes y cartas de la existencia de esta tierra. El conocimiento, primero cartográfico, y luego fotográfico, la desnudará ante el mundo. Y la imaginación del lucro madura, y llega difundir la visión de tierra “paraíso”, apetecible para las ansias de dominio. Y paraíso realmente es, pero para una existencia verdaderamente humana, fundada en sus ecosistemas. Hasta ese momento solo era el hábitat de una historia natural.



Y tras estas invasiones, primero se asoma, y luego se asienta otra historia: la de la civilización actual. Y lo que este hombre “civilizado” hizo, y venía haciendo, en otras tierras, también, aquí, en Madagascar, llegó, la habitó y la depredó. Los estudios estiman hasta el día de hoy una destrucción del 80 %, y de aquél paraíso que fue, solo queda de un 15 a 20 % de aquella maravillosa y equilibrada ecología. Centenares de sus especies ya se declaran, unas extinguidas y otras en vías de extinción: es el caso del lémur y del fossa. El primero, primate típico representante de la fauna de Madascar, y del cual algunos estudios lo señalan como la línea primigenia de donde evolucionará el primate antepasado del hombre. Y el segundo, un felino que evoluciona con característica de puma y perro, y de gran belleza. Y también algunas subespecies de camaleones, únicas de la Isla. Igualmente muchas especies y subespecies de la flora autóctona. Un proceso de extinción a causa de la reducción drástica de sus hábitats por el solo afán de apropiación de riquezas.



Con sus bosques talados y sus ríos significativamente mermados. Su clima sensiblemente modificado, la Isla Madascar, como la República de Madascar, es hoy uno de los “países” más pobre del mundo. Su población, -alrededor de 20 millones de habitantes- como rebatiña, está repartida –cifras aproximadas- en un 41 % de cristianos, un 52 % de creencias “tradicionales” y un 7 % islámicos. Y este mosaico configura una vida, unida a la economía moderna de explotación externa, que materialmente saquea los recursos naturales y endémicos de la Isla. Y sobre su futuro inmediato, pende la amenaza de una tasa del 3 % de crecimiento demográfico –año 2008- para un territorio de 587.041 Km2.

Solo para testimoniar, señalemos la cruel caza que ofrece las carnes de sus primates –en particular, los lémures- a restaurantes, y “bellas” damas los lucen como mascotas. Sus árboles, en tala generalizada –en 2006, el 11,5 millones de metros cúbicos, y tasa de deforestación de 0,5% sin control-, convertidos en madera para exportar y en leña. Sus reservorios de peces –solo para consumo local, 145.000 toneladas de capturas-, sometidos a intensa pesca. Y el llamado “ecoturismo”-con su particular ideología y modos de vidas- proclamando su derecho a una tajada en esa explotación económica y social. En verdad, nada para asombrar, pues esta práctica explotadora sin límite, es la economía “normal” y desarrollada del hombre de hoy y de su sociedad moderna e industrial.




Y Madascar, es otro paraíso más que sucumbe –o está sucumbiendo- al apetito de la vida moderna, y de la felicidad del hombre civilizado. ¿Cuáles otros paraísos le seguirán? O mejor, ¿cuántos paraísos le quedan a la vida futura?