sábado, julio 04, 2015

Excursión por el río Sena

Banks of the Sena/Georges Pierre Seurat
Fecundación. Gestación
sus ciclos una totalidad
para dar a luz la vida
que es otra totalidad
que la perpetúa
una necesidad natural
como el amor
la fuerza de gravedad
pero en la vida humana
abortan los ciclos
aborta la vida.
Entonces ¿cómo
restablecer la necesidad?


Pero ¿han visto a una libélula o caballito del diablo
incansable danzar sobre las tersas aguas del río?
¿la han visto buscar y encontrar su compañera
y haciendo cabriolas increíbles y maravillosas
aparearse sobre la piel del rio sin llegar
 a romper la tranquilidad de sus aguas?
¿qué fuerzas internas y externas lo impulsan
 en ese preciso momento de procrear vidas?
La necesidad natural que perpetúa la vida


Viéndolos recuerda a Isadora Duncan danzando
para dibujar en el espacio la geometría de la vida
¿cómo aprendió la libélula? ¿cómo lo hizo Isadora?
dos geometrías sin conocerse pactan su encuentro
nexos subyacentes imperceptibles de la naturaleza
para que mutuamente una aprenda de la otra
y es que la vida, viéndose, aprende de ella misma
¡la  magia de la biología que enciende el amor!
la necesidad humana para preservar la vida


Y él, aún, vive el río Sena. Pero, no el río urbano –el que atraviesa ciudades y es vía de navegación comercial-, el del turismo, el de las postales. Vive el “otro”, el río verde, el que se muta y vive en cada estación, el rio que vive en su flora y fauna que aún le queda. Y lento, majestuoso, lo ve andando, repartiendo vidas, como un gigante bondadoso hacia el océano Atlántico, y llegar a su estuario para desembocar sus aguas. ¿Cómo sería en sus primeros tiempos de vida? Y el cuento, dice que sus ninfas La Seine y L’ Olise, el invierno y el viento conjuraron y le dieron nacimiento. Y desde entonces, las ninfas custodian al hijo. De día  navegando sobre su piel, y de noche, yaciendo en su lecho. El invierno y el viento atentos a su curso. Y así, los cuatro unidos en ciclos han vivido, y siguen viviendo la vida.














¡Cuántos recuerdos! caminando por las
riberas del rio Sena viéndolo correr
con aquella tranquilidad pasmosa sin darse
cuenta de la inmensidad de su cuerpo de cristal
de agua azul diamante de la mañana a mediodía
hasta tornarse azul turquesa viendo venir la tarde
y ceremonioso abre su espacio que rasga el silencio
provocando apenas un perceptible y suave rumor
como alguien que se desliza sin llamar la atención y
como testigo inmutable la presencia de sus bosquecillos
que silencioso van delineando sus riberas de azulverde
un río que es el mismo soñar de La Seine y  L’ Oise
en ciclos sucediéndose concéntricos en el tiempo


Bien de mañana salen de excursión. Y bajo aquel frio invernal, abuelo y nieto, tomados de manos, simbolizando unión imperecedera, ya acostumbrado al mismo camino, van al encuentro del río Sena, quien allá espera, no sin cierta ansiedad. Y a pesar de la distancia de sus edades, van conversando sobre las manifestaciones de la vida.

-Abuelo, no veo a las flores ¿a dónde se fueron?
--Hijo, andan con la primaveraya volverán…y él camina atento a la deshojada vegetación que contrasta con algo del verdor que aún queda o que ha empezado a brotar.
-abuelo, por qué hay tanto silencio. Solo oigo y siento el viento.
Así es el invierno, siempre callado porqué está gestando vidas y preparando sus nevadas. Por eso esta brisa tan fría…y después, hijo, vendrán la primavera, el verano y el otoño para que continúen viviendo estas vidas…y seguir indetenible el ciclo.
-y ¿quiénes son ellos?
--Son las estaciones…como unos padres que ayudan a la gestación de la vida de flores, de aves, peces, la  hierba, frutas, las aguas, como tú también tiene tus padres que te gestaron tu vida…Y el frio arrecia, obligándonos a callar un rato…, y el silencio del invierno y su brisa que abraza se sienten aún más.
-y el rio Sena que vamos a ver ¿también crea vida? ¿y qué es la vida?
--Si… y la vida es todo lo que ves. Tú mismo lo eres, tus hermanos, tus padres, amigos, tu escuela, los bosques…
-pero, abuelo, ¿en verdad esas estaciones son sus padres? ¿cómo ellas van crear tantas aguas si son diferentes unas de otras? Entonces, ¿por qué no hay ríos Sena por todas partes? ¿y por qué corren sus aguas solo hacia abajo por un sola lugar?
Y sus preguntas obligan al abuelo hacer otra pausa, que aprovecha para meditar bien las respuestas…y el invierno parece aquietarse aún más. Y una extendida paz helada los invade, que con el frio apuran el caminar.

--Hijo, hay un cuento que lo explica, que tiene que ver con las idas y venidas de las estaciones: invierno, primavera, verano, otoño, y que, latentes, como durmiendo, están en la misma naturaleza que estás viendo. Pero, ahora, solo es el invierno. Y dice el cuento que una vez hubo un invierno muy largo…y por allá, más allá de aquellos montes aparecieron, en majestuoso vuelo, dos grandes cisnes blancos, como la nieve. Y el viento, los llamaba: la seine!, l’oise! vuelen más alto, hacia aquellas nubes, y reúnanlas. Y los cisnes volaron…, y empezaron a juntar las nubes, con sus graznidos las pastoreaban. Y aleteando fuerte creaban ráfagas de viento que rasgaron a las nubes, y rompieron sus fuentes, y de sus vientres empezó a caer una torrencial lluvia, tan fuerte que iba abriendo en la tierra un ancho y hondo surco, un cauce largo.

Y llovió, y llovió tanto, que la lluvia llenó el cauce…y los cisnes aleteando aún más, ayudado por el viento que no cesaba de soplar, empujaron a las aguas para que corrieran corrientes abajo y no parar nunca más hasta el mar… Y las aguas hacen nacer los bosquecillos, y de muy lejos bandadas de aves vinieron a vivir, y muchos peces nacieron en sus aguas…Y así nace el rio La Seine, con el nombre de uno de los cisnes. En verdad, tiene varios padres en comunión. Y los cisnes dejaron de volar, y descansaron. Y desde el bosquecillo contemplaron su obra…y el viento, satisfecho y alegre, siguió su viaje.

-Abuelo, me gusta ese cuento. Ahora, cuando vea una pareja de cisnes, me acordaré de La seine y L’ oise. Y cuando llegue a la Escuela se lo contaré a todos! Pero, ¿es verdad lo que dice?
--bueno, hijo, en el cuento es verdad. Y así fue como ocurrió…

Llegan entusiasmados al rio. Sus aguas diamantinas tranquilas, cuerpo destellando luces, y parece correr alegre, bañado por la brisa invernal, y cobijado por un cielo azulagrisado, de apenas pálida luz solar…Y ven parejas de patos, que rasgan su cielo, y vuelan su longitud como queriendo medir en trechos su largo cuerpo. Y desde su follaje algunos pájaros le cantan desde el amanecer hasta el atardecer, cuando en su cielo prenden lilas y naranjas que cubren su recorrido. Y en sus aguas apacibles ven grupos de cisnes y gansos ocupados, unos en peinar su plumaje, y otros, en parejas mostrándose amor –unos blancos, y otros grises-, a la vez que celoso cuidan a sus queridos hijos. Y de improviso, algunos levantan majestuosos vuelos que rompen el silencio graznando cantos que parecen componer allegrettos de operetas. Y bulliciosos empiezan a llegar parejas de patos. Y es un bello paisaje salpicado de emplumados hermosos como grandes botones sobre su inmenso cuerpo, que irradia vida.


Y dentro de las profundidades de sus aguas nace la diversidad de sus peces que lo habitan, dotados de su nado inquieto, como ver a niños que jugando afloran a la superficie ondulada, como pintándola de fugaces pinceladas de plata, y sobre ese alboroto de trazados plateados, el nervioso revoloteo acrobáticos de las gaviotas entregados a la pesca para saciar su apetito.


Y es el movimiento de su vida diversa dentro de una invisible concha acústica de sinfonías silentes, que muestra su alegre hacer acuático para que cada criatura dentro de cada ciclo de vida viva entre su vida fluvial en primavera, verano, otoño, o en invierno, mutándose de una estación a otra para que el mismo rio viva su propia vida en sucesión de ciclos interdependientes. ¿Y qué edad tiene? ¿cuándo termina su vida? De eso no se ocupa, sino de su hacer constante que asegura su vivir, y la de todos sus habitantes flora y fauna, como la vida plena explicando y justificando su existir.


Y majestuoso río ¿me presta tu vida?
o enséñame vivir como vives esa vida
¿cómo haces vivir a tu vida silvestre?
siempre tan lozana y multiplicándose
¿cuántos amaneceres has vivido? Y a tu
fuente manantial la naturaleza nunca la cierra
y la tierra siempre está abierta en cauces para
que sin parar corra el caudal de tus aguas
y das de beber y comer a cada viviente de tu flora
como a cada viviente de tu fauna que se multiplica

Abuelo y nieto llegan a un altozano. Y desde allí ven como este río  indetenible corre alegre entre sus habitantes flora y fauna, que a la vez los va nutriendo para darles vida. Y sintiendo esa expresión de vida, piensan que así mismo debería ser el correr de la vida humana, sin detener su andar hasta el fin de su ciclo de vida ¿acaso no somos los mismos cuerpos vivientes? Y como hermosa geometría paralela, el abuelo, ensimismado, imagina a esta misma vida fluvial bajo la forma de una madre pariendo a sus hijos, y criándolos en amor, para que también corran sus vidas como la de este río, y así vayan construyendo sus anhelos.





Sunrise/Le Havre Sena/Claude Monet
Y ese río que lleva su vida adelante, sentados en un recodo, lo ven pasar contemplando sus aguas vivas que pasan sin ser nunca las mismas, y a sus orillas van formando meandros y remansos, a donde llegan patos, cisnes y gansos a disfrutarlos, y ese palpitar de vidas, también en su interior lo sienten, y solazándose, lo viven en goce contemplativo.

-Abuelo, si es verdad, sus aguas no son las mismas. Mira, aquí sus aguas son azules. Allá son verdes, y más allá se están volviendo turquesas ¿por qué pasa eso abuelo?
--Hijo, es como un juego entre el sol, el viento y las propias aguas,  divirtiéndose los tres. Mientras el sol con sus rayos como pinceles pintan sus aguas de colores del azul al gris plata, el viento las va peinando encrespándole pequeñitas olas que corren sobre su cuerpo, en un ondular de colores, y creándole ese movimiento de luces metálicas que ves. Además, muy adentro, la energía del sol y sus plantas acuáticas en simbiosis producen oxígeno para a todos nutrir. Y fíjate como los peces afloran a su superficie, y con sus propias cuerpos, parecen pincelar el tenue oleaje en trazos azulgris, y plateados…hijo, es casi igual cuando tú juegas pintando tus acuarelas o peinas la cabellera de tu hermana Carmina…
-Abuelo, a Carmina le gusta que la peinen…pero ¿al río le gusta que lo pinten de colores?
--Sí, creo que le gusta, porque mira como corre con más alegría, y con orgullo luce su cuerpo vestido de luces. Además, así es más atractivo a sus cisnes, gansos, patos, garzas, pájaros que con gozo llegan a vivir sus aguas. Si fueran aguas llenas de basuras, putrefactas no llegarían nunca a vivir, Y mira allá, como jubilosas revoletean las gaviotas. Hijo, así es como el río expresa su vivir alegre, lo mismo cuando tú y tus hermanos juegan pintando muchas hojas de papel…

Y en ese momento, el abuelo anhela que la vida anduviera entre condiciones de vidas favorables, creadas y sustentadas por la propia vida para que verdaderamente estimulen vivir, y que a su vez, sean la verdadera expresión del mismo sentido de vida que es el vivir: condiciones y sentido de vidas, como éstas del río, es lo que necesita el hombre ¿pudiera llegar a ser posible? Y frente a sus ojos una pareja de cisnes, graznando, levanta hermoso vuelo hacia aguas abajo, donde encontraran el lugar adecuado para sus nidales. Y en su  mente febril revive la imagen de la madre con sus hijos también sembrando su vida en la naturaleza: una sola existencia para una sola vida.

Y la imaginada madre y sus hijos
hunden sus manos en las aguas del rio
mirando como  nadan sus imágenes
replicándoles todos sus movimientos
y las sonrisas de sus hijos en la suya
las pupilas de sus ojos en los suyos
sus esperanzas en simbiosis en la suya
y el palpitar de sus corazones en el suyo
y sobre sus hombros la caricia de sus manos
depositándole amor que prueba que les aman
así mismo el rio con sus árboles, aves, sus peces
una sola vida multiplicándose en su diversidad
única manera de vivir la vida verdadera

Seine banks/Manet  
Y siguen, agarrados de manos, por un atajo paralelo al curso del río, cada vez más caudaloso ribera abajo, y a medida que caminan sienten vivir la vibración de la vida exuberante de sus árboles, arbustos, hierbas, matorrales, atento sus hojas y tallos al cambio estacionar: vivacidad en verano, quietud plateada en invierno, alegría de niño en primavera, espera apacible en otoño. Y en cualquier estación, de entre sus ramajes, el alegre cantar de sus pájaros, grillos, sapitos, y casi constante ven la imagen apacible de sus cuervos. Y aquel volar de sus mariposas recién salidas de sus crisálidas, junto al pulular de polinizadores cargando el polen para poner encinta a abriles y mayos de flores. Y como gruesos botones, blancos, grises o marrones, en sus riberas y aguas orilladas, los cisnes, patos y gansos, unas veces quietos, viviendo su paz, otras en celosas algarabías cuidando a sus nidales o hijos o mostrándose el amor en parejas. Y rozantes pasan algunas gaviotas y parejas de garzas blancas.

Y todo parece el pincelar de manos invisibles de pintores impresionistas creando un movimiento de pinceladas sobre sus aguas, y sobre los bosquecillos que también parecen correr por sus riberas siguiendo su curso en silencio. Y arriba aquel suave sol de invierno que irradiando sin cesar, aun cuando pálido, todo lo nutre filtrándose entre invisibles tamices del viento. Y abuelo y nieto, y esa imagen de la madre e hijos, enlazados sus manos y corazones, viviendo todo ese palpitar hasta sentirse hondamente humedecidos por sus flujos vitales: haz de luces y sabias que van a mezclarse al torrente de sus sangres y linfas.

Y rio más abajo, cerca de una curva en remanso, bordeada de espesos ramajes verdes, y bajo su arbolada, abuelo y nieto, se sientan y rememoran lo que el rio le ha contado bajo la canción de su rumor, deletreándoles el código vivo de su vivir, que es el mismo que cada quien siente que llevan dentro, aunque aún inacabado, como el del valle del río por donde corren sus aguas y afluentes, inmutables al tiempo. Y el nieto le cuenta lo que vio y sintió, y el abuelo también cuenta lo que vio y sintió, sin darse cuenta que muy cerca estaban varias parejas de gansos con sus pichones, y más allá, los cisnes con sus nidales e hijos. Y pasaron horas largas contemplándolos, gozando su vivir en paz. Y aprendieron, que ellos, juntos, conviviendo, en unión fraterna, podían tener y criar sus polluelos, a pesar de ser aves distintas, pero parecidas en sus modos de vivir ¿y por qué nosotros no vivimos en convivencia fraterna? ¿por qué somos como extraños los unos a los otros, a pesar de parecer semejantes? Y  más aún, extraños a la naturaleza. Y somos su enemigo depredador.


Y bajo la impresión de ese paisaje del rio vivido en ese invierno, sus mentes van a la obra del pintor impresionista que grabó un trozo de esa existencia del rio, que a distancias de tiempos distantes, vivieron en distintos momentos ¿bajo qué peso plástico estuvo moviendo sus pinceles? ¿qué pretendía capturar…acaso, lo mismo que ellos habían visualmente capturado? Y ante el río, inconscientes, el abuelo escapa su sonreír.




Una mañana/Sena/Claude Monet
Y en el borde de un amanecer, o en una plena mañana o en un atardecer, hacen otro alto en la ribera abajo, y a cierta distancia contemplan como el rio va preparándose para desembocar por su estuario en el Canal de la Mancha del océano Atlántico. Aminora su marcha porque espera a que transcurra la pleamar del Atlántico, y después, cuando llega su bajamar, entrega sus aguas con torrentes de sus vidas. Y así desemboca el Sena en su bahía como si fuera el regazo de la madre, bajo un cielo de velo crepuscular de azules, lilas y naranjas, salpicado por el vuelo de gaviotas Y todo ocurre bajo aquel inmenso silencio que asombra, y se siente la impresión del andar de un gigante, casi sin hacer ruidos, como no queriendo delatar la enormidad de su presencia. Y viendo ese espectáculo de luces verdes y aguas cristales, sienten la palpitación de sus anhelos –también de la madre y sus hijos- que aspiran construir destinos ciertos de la misma manera que los va construyendo el rio. Es la confluencias de dos vidas para formar una sola.


Dos geografías vivas
en convergencias
la de la vida humana
la del río y afluentes
que es la misma naturaleza
un sueño aún en el borde del tiempo
donde la vida es sinfonía continua.
Pero solo miran una imagen de espejo
forjada por el golpeteo de tantos anhelos
y de sus brazos anhelantes extendidos
se suelta la pregunta que en eco
 repite el ondular de las aguas
¿esa vida es igual a la que hoy tienen?
o ¿solo es un sueño que anhelan realizar?
¿y este sueño está delante o todavía
anda cabalgando a sus espaldas?

Madre e hija en la barca en el Sena/María Cassat 
Y esa experiencia de la vida del río, interiorizada –en abuelo, nieto, madre e hijos-, bajo ese adagio hecho de sol y luna, que es su rumor canción, les testimonia que es vida verdadera, construida a través de sus ciclos de vidas inexorables. Y, así también, debería ser la vida humana, como parte indisoluble de la naturaleza. Síntesis en el tiempo para formar una sola vida, desarrollada en dos escenarios distintos, pero interdependientes: la naturaleza y el ser humano. Comunión que nunca debe escindirse. Pero por algún “accidente” histórico, ahora, lo está bajo el nombre de “vida” moderna.

Y están tan absortos, hundidos en la contemplación que no se dan cuenta que ya la pálida luz invernal estaba casi extinguida. El abuelo, fija su mirada allá en las turquesas aguas tornándose azuladas plateadas. Y el nieto, acá, hundida su inocente mirada en el tembloroso verdoso de las aguas, que se les parece a las acuarelas que él suele pintar. Y aquella tersa superficie acuática que relampaguea, semeja a una paleta donde un imaginario pintor se afana en degradar el azul cian en su gama cromática. Y los sorprende el caer paulatino de un suave lloviznar. Y aquel implacable frio que los cala aumenta, y los obliga abrazarse cada uno entre sus propios brazos.


-Hijo, creo que ya es hora de volver a casa…y siente que imperceptiblemente lo de “casa” lo expresa quedamente. Y el nieto, le volvió su cara, un tanto encarada, pero esperanzado.
Bueno, abuelo, y no podemos quedarnos un rato más. Yo quiero quedarme, para ver el regreso de los cisnes o los gansos. ¿No recuerdas que antes partieron volando?
-Sí, hijo… pero es que vamos llegar empapados…también no sin muchas ganas…Y él, algo agrio en su tono,  riposta…
--Pero que importa abuelo, si solo es una llovizna…
-hijo, es que ya se hace muy tarde. Y en invierno la noche llega muy rápido. Y de malas ganas, el niño empieza ponerse de pie…

Y bajo, la ligerísima lluvia, con soplo de brisa fría, comienzan el regreso, y a su lado, imperturbable, el andar del rio, en dirección contraria. Pero, iban caminando con la sensación de que el rio les acompañaba, murmurando, terco en seguir siendo su compañero, y sintiéndose su poderosa fuerza hidráulica contenida, exhalando su amor inconmensurable que ofrenda a sus criaturas. Y sobrevolándolo, casi rozando su piel, pasan, en silencio, unos cisnes. Luego, los gansos, y le siguieron unas garzas blancas, rumbo a sus dormitorios. Y allá, sobre arbustos, las imágenes quietas de cuervos vigilantes. Las gaviotas ya deben estar recogidas. Y se deja oír el canto de una lechuza, en contrapunto a su larghetto canción rumor, como cuerdas de bajo continuo, que ya se había anidado en sus oídos y corazones…y en algunos verdes del follaje, en reflejos casi metálico, ya el invierno estaba llamando a la primavera.

Pero ¿por qué, esa vida verde aún solo es un sueño, mientras que para el río es contundente verdad? ¿por qué hasta hoy solo va –el sueño- en contracorriente a la vida de la naturaleza? Y el palpitar de esa vida del río, como si fueran los reales sístoles y diástoles de sus corazones, les insta a mantener viva la esperanza por otra vida distinta, la fogata dentro de la espera, que es lucha paciente y constante, hasta que se logre llegar a ser como el río y sus hijos flora y fauna que si viven la vida verdadera. Y en verdad, hasta hoy, aún no saben cómo llegaron a la casa…

Y grato, le llega al abuelo otra vivencia. En Deauville –cercano a la desembocadura del Sena-, un pintoresco pueblo, a orilla del Canal de la Mancha, al igual que la madre hunde sus manos en las aguas del río, él, también las hundió, y sus pies, en esas aguas de mar, aspirando sentir la calidez viva de la historia milenaria acontecida en esas aguas, a la vez que en su alma brota la ilusión -un absurdo- de tocar, sentir girones sueltos de brisas del espíritu de aquel aventurero –el hidalgo Don Quijote de la Mancha- que se lanzó en busca de su único amor: la libertad, su única y verdadera Dulcinea del Toboso, y para hacer justicia.

Y el abuelo, a solas, sonríe, al recordar este gesto -una inocentada de niño-, porque frente a esas aguas recordó las líneas escritas por Miguel de Cervantes: ”En algún lugar de la Mancha…no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero…” Inocentada, porque sabe que “la Mancha”, nombra a dos lugares sin relación alguna: uno, aguas del Canal, donde desemboca el río. Otro, la gran altiplanicie de España, tierras manchegas, donde corre la aventura del Quijote. En realidad, fue una ocurrencia o asociación arbitraria de nombres. Pero, ¿aguas del Sena y del Atlántico no se fusionan? En última instancias ¿no es el correr de la misma historia del hombre?

En fin… de la remembranza sobre el río la Sena, entrego estas reflexiones. Y es posible que haga otras. Y repito no se refieren al rio Sena urbano. A propósito, conscientemente, el abuelo omite nombres de ciudades, de sus 36 puentes, de sus 8 sistemas de esclusas para regular sus aguas, de sus barcos que lo surcan, y en general, de todo “vestido” de su “vida” moderna. Solo tocan al río que todavía gesta y sustenta vidas de flora y fauna. Y que parecido a ese hidalgo “en algún lugar de la Mancha”, lucha por preservar su espacio-tiempo de libertad que aún la “civilización” no ha podido arrebatarle. Y son reflexiones que solo aspiran llegar a los niños, como este gigante río Sena, custodiado por el amor de sus ninfas La Seine y L’ Oise.

Las fotos tomadas en el rio Sena por Jaced