Y los niños
frutos
perennes
como son ellos
como los vemos
como los sentimos
como los amamos
como los vemos
como
como
así
serán siempre
y
como el volcán en erupción
para hacer
brotar continentes
crecen
andan sueñan
y sueltan
sus alegrías
sólo
para hacer emerger
el
mundo que llevan dentro
el
mismo que soñamos
¿y si
arriba sigue el mismo cosmos
por
qué otra vez no ser como él?
A éste mundo que hoy “vivimos” le hacemos el siguiente
planteamiento. Todo ser vivo nace porque tiene una finalidad única y superior: la de vivir. El nacimiento del Hombre –
en mayúscula, el humano- tiene éste fin
supremo. Y éste fin supremo común a todo ser vivo necesita –necesidad primaria
o ley- la garantía absoluta de disponer en forma libre de todas las condiciones
elementales y primarias de vida –conjunto múltiple de recursos- para respirar, producir,
reproducir, comer, vestir, albergar, amar, la libertad, la belleza, sentir y
expresar la alegría. Y el planeta Tierra -hábitat de vida y naturaleza- que
nace del cosmos, del universo, se configura en un solo Orden, el cual diversificado
en un conjunto de subórdenes o ecosistemas, tiene en su seno esta garantía
absoluta.
Y en un momento evolutivo, adviene el Hombre -en aire,
sobre agua y tierra-, que encuentra esta oferta en forma natural para que
sustente su existencia. Luego, en el curso de la evolución -él en comunión con
las leyes de la naturaleza en un proceso geo-biológico-, en forma libre y acción dialéctica, necesariamente se reproducirá
este Orden configurando un segundo Orden en multiplicidad de formas y manifestaciones –clases, géneros, especies-
dentro de estos ecosistemas para su auto
sostenimiento y prolongación.
La vida despierta para seguir
ininterrumpida
Y así, en este prodigioso hacer, surge una hermosa Totalidad: la Vida –en mayúscula-. Y en ella,
éste Hombre, dotado con el atributo de la Inteligencia –en mayúscula-, con su
cerebro y sus manos producirá el Trabajo –en mayúscula-, con el cual, en acción
histórica sobre la naturaleza y en proceso dialéctico e ininterrumpido, hará –en
mayúscula- la Producción, y dentro de ésta, la reproducción-recreación del
mismo Hombre. Y con éste trinomio –producción/reproducción/recreación- da
comienzo al proceso de creación del vivir, y construye el Vivir, que deberá ser
un vivir en felicidad –en mayúscula-
también como una totalidad. En síntesis -maravillosa-, la Vida sólo va nacer y
existir para sólo producir Vivir, el cual habrá de darse en sociedad de
hermanos. Y este hacer –en especial
en el ámbito social- del Hombre se llama Historia -en mayúscula-, a la cual
está obligado como necesidad socio-natural, reproducirla, recrearla,
prolongarla en él tiempo para que éste Hombre con la dote inteligencia se haga dentro
de la sociedad –en mayúscula- Humano.
El sembrador al alba/Vincent
Van Gohg
Y subrayo, todos en mayúsculas, porque queremos
significar que son –y tienen que ser- auténticos para un Vivir auténtico, sin
desviaciones ni desnaturalizaciones ni contaminaciones. Y en ésta síntesis, no
es que creamos que no surgen y surgirán errores, equivocaciones,
imperfecciones, etc., creer que todo transcurre en perfección absoluta. Todo lo contrario.
Surgen y surgirán –proceso con desviaciones, contradicciones, etc.- como acontecer de lucha de contrarios para que el Hombre con su acción la supere, aprenda, corrija
rumbos, etc. y haga avanzar la Historia. Pero nunca para que sean perpetuados,
ocultados, justificados, atesorados para justificar una praxis social de la
violencia, y destruyendo en la práctica la memoria, derive de ellos series –como
si fueran cepas- nuevas para retroalimentar ésta violencia. Y sobre éstas
perversiones sustentar su “existir” que es la historia que hoy “vivimos”.
Y la
risa de estos niños es su código de la vida que el presente les niega
¿Y qué es lo que va ocurrir después? ¿Ésta vida
actual, de hoy, que sienten y palpan nuestros sentidos, es la misma de éste
planteamiento? ¿Éste hombre que hoy vemos andar, hablar, hacer, es éste mismo
que intentamos delinear, y que -en esencia humana- creemos firmemente que en un
primer momento si existió y vivió? ¿Y qué le pasa a ese niño que nos alegra y
nos hace vivir y revivir sueños, y después, pasando por un proceso de
peripecias alcanza esa edad que llamamos adulta, y luego sigue a la vejez, al
abuelo? Y ¿Ese méndigo, ese delincuente, asesino, político, terrorista; y ese
gerente, ese negociante, ese sacerdote, Papa, mesías, presidente, caudillo o
dictador, acaso también no fueron niños, y sin embargo, llegan a estas posiciones para hacer una historia violenta contra el vivir del hombre? En síntesis, ¿este hombre de hoy, acaso no nació niño? Y ¿qué
tenemos hoy: hombre o humano?
Paisaje de la esperanza/César
Rengifo
Y otra pregunta “absurda” –a lo mejor anticientífica-,
ante tantas extinciones de especies, envilecimiento del hombre, masacres, desastres
“naturales”, depredación y calentamiento global de la Tierra, etc. ¿actualmente
la evolución sigue su curso o está atascada, detenida? porque lo que tenemos
hoy, que llamamos mundo civilizado, científicamente hablando ¿podemos asegurar
que en última instancia es un producto de la evolución y desarrollo socio-natural
sujeto a las leyes generales?
Y todo este conjunto de cuestiones son la Reflexión -también
en mayúscula- que proponemos. Y también hacemos éste planteamiento porque,
firmemente creemos, que éstos niños –y en general, los niños- nacieron para tener
este fin supremo. Nunca, jamás otro. Y esto que aquí sostenemos es fundamento
de nuestra filosofía de la vida.
El niño Enzo se afana en
hallar sus primeros caminos